El día 6 de abril mi hijo viajaba a Malta, lo llevábamos al aeropuerto de Madrid, y como ya teníamos la mitad del camino hecho, decidimos seguir hacia Cuenca. Nunca antes habíamos visitado esta ciudad, y queríamos ver las Casas Colgadas y el puente de San Pablo.
Cuenca nos ha sorprendido, sus paisajes sus ríos, sus puentes, las paredes rocosas, sus barrancos... TODO
Nada mas llegar nos fuimos a pasear y a unos metros del hotel Torremangana, que fue donde nos alojamos, nos encontramos con el puente de San Pedro y el río Júcar en el que unos metros mas arriba desemboca el rio Huécar. Estos dos ríos rodean la parte antigua de Cuenca uno por cada lado, hasta que se juntan en este lugar.
Hermoso lugar, el sonido del agua muy relajante y el olor a flores mezclado con el aroma de tierra mojada reactivan mi olfato, los olores también se recuerdan. Ya ha pasado casi un mes y aún recuerdo todas las sensaciones.
Seguimos paseando descubriendo calles estrechas hasta llegar a la Plaza Mayor.
Los edificios de la plaza son de fachadas de colores. Los conocidos como rascacielos se encuentran en la calle de ascenso a la plaza, que aunque solo tienen tres plantas de altura en calle Alfonso Vlll, en su parte de atrás superan los ocho pisos y en la época en que fueron construidos las ocho plantas se denominaban rascacielos.
Bajando, encontramos la entrada a Las Casas Colgadas, donde esta ubicado el Museo de Arte Abstracto. La entrada es gratuita, y desde allí, se ve el puente de San Blas impresionante desde los balcones.
Ahora toca bajar un poquito para cruzar al otro lado del puente.
Se puede ver la estructura del puente, como los pilares se sujetan en la roca. Si hay demasiada gente caminado rápido por el puente, se siente como se mueven las tablas, da un poco de vértigo.
El Parador Nacional de Cuenca situado en el edificio del antiguo Convento de San Blas, esta ubicado en un espacio espectacular, esta justo al borde de las rocas.
Por dentro esta chulo, que voy a decir yo que tengo las mismas baldosas en mi casa 😉
Seguimos recorriendo calles peculiares y asomándonos a los miradores, siempre viendo paisajes preciosos.

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